- EL CLUB BMW E-24 ESPAÑA CELEBRA SU REUNIÓN SEMESTRAL EN LA ALCUDIA DE GUADIX, GRANADA
- DIECISÉIS MAGNÍFICAS UNIDADES ACUDIERON A LA CONVOCATORIA
Madrid a 21 de Octubre de 2014.- Normalmente los artículos que publica Clásicos al Volante, están escritos en tercera persona, por su carácter informativo. Pero en esta ocasión vamos a romper con la norma, ya que el que suscribe estas líneas, participó activamente en el evento. Soy un orgulloso propietario de un E-24, un 635 CSI de 1986 de color verde, que aparece en alguna de las fotografías.
Durante los días 10, 11 y 12 de Octubre, tuvo lugar en Guadix, provincia de Granada, una de las concentraciones, o como se dice popularmente, «kedadas», que nuestro querido «Club BMW E-24 España» organiza semestralmente en diferentes puntos de nuestra geografía. Incluso, fuera de ella, pues en la anterior, que se celebró en Ainsa, en Pirineos, hubo una excursión al otro lado de la cordillera, para juntarse con una legión de «eveinticuatreros galos» que les esperaban en un lugar privilegiado, donde se agruparon cerca de 40 unidades, algunas de ellas llegadas desde la lejana Moscú.
Esta vez los miembros andaluces hicieron presión para que la reunión se fijase finalmente en la provincia de Granada, para facilitar la asistencia a los que viven por el sureste peninsular. Concretamente el punto de reunión y cuartel general del fin de semana, fue la casa rural Cuevas del Tío Tobas en la Alcudia de Guadix, a unos 60 kilómetros de la capital granadina.
A la llamada acudimos 16 tiburones, apodo con el que se denomina a los E-24 por el parecido de su peculiar morro de inclinación invertida con la boca del temido escualo. Unidades de las tres generaciones del modelo se vieron en Granada: dos pertenecientes a la primera serie o «pre» (1976-82), un 633CSI y un 628CSI, distinguibles a simple vista por su paragolpes trasero más ancho y corto, y por un sin fin de pequeños detalles en los que hay que fijarse algo más, aparte de que mecánicamente y a nivel de chasis son totalmente distintos a los posteriores; Diez eran de la segunda serie o «post» (1982-87), ocho 635CSI y dos M 635CSI con los paragolpes traseros finos y alargados hasta los pasos de rueda; Y cuatro de la tercera generación o «repost» (1987-89), tres 635CSI y un M 635CSI, que se identifican por los parachoques un poco más anchos que los anteriores e integrados en parte en la carrocería, más al gusto americano y al estilo «ochentero» de la moda de plástico por todas partes, aunque mecánicamente eran iguales a los anteriores.
Los coches de la serie «pre» son más difíciles de ver en nuestro territorio, no sólo por su antigüedad, por lo que suelen sobrevivir menos unidades, si no por el hecho de que durante los años de su producción, las importaciones de vehículos en España no se habían liberalizado todavía, y venían con cuentagotas.
El E-24, es el coupé de lujo que ocupó el espacio dejado por el precioso E-9, y con el que la firma Bávara estrenó la serie seis, longevo modelo que estuvo en producción entre 1976 y 1989, cuando ya se había comenzado la fabricación del serie ocho (E-31), modelo que aunque venía a cubrir el mismo nicho de potenciales clientes, no era exactamente su sucesor, pues superó a éste en todo, en tamaño, nº de cilindros, tecnología, prestaciones, precio, etc, pero también perdió el carácter y el carisma de los clásicos BMW, para entrar de lleno en la época de la electrónica, la ergonomía, la comodidad, la racionalidad y la eficiencia.
Los serie 6 «M» , como es de sobra conocido, son las versiones vitaminadas del gran coupé, llevan el mismo motor que el 635, un 6 cilindros en línea de 3.453 cc, pero con la excelente culata de 24 válvulas que proporciona la impresionante cifra (para la época) de 286 cv, casi setenta más que los de 12 válvulas.
Después de estas pequeñas nociones sobre nuestro querido E-24, pasamos a la narración de la concentración.
Buena parte de los convocados fuimos llegando a las Cuevas durante la tarde del viernes, el resto lo haría el sábado por la mañana, hasta que todos estuvimos dispuestos para el inicio de la jornada sobre las diez de la mañana. Hasta Guadix llegaron coches desde Málaga, Granada, Elche (Alicante), Totana y Lorca (Murcia), Monzón (Huesca), Ciudad Real, y como siempre, el grupo más nutrido, desde Madrid.
La mañana del sábado, mientras llegaban todos los que iban a participar en la concentración, disfrutamos de ese maravilloso rato en el que abrimos los capós de nuestros coches como si se tratara de la puerta del baúl que esconde nuestro tesoro más preciado, es entonces cuando se saludan los viejos conocidos, se presentan los nuevos, y pasamos revista a las monturas de los compañeros para intercambiar información, presumir de las novedades y admirar los mejor conservados o restaurados. Son típicas las frases como: – ¿Quién te ha restaurado la tapicería?; – ¿Dónde has comprado esos amortiguadores?; – ¿Cuándo has hecho la culata?; – ¿Cuánto te han costado esas llantas?; o una muy reiterada – ¿y no te han puesto pegas en la ITV?.
Mientras, nuestras parejas, que afortunadamente también han hecho amistades en el grupo, hablan de temas radicalmente distintos, y se cachondean de nosotros al escuchar conversaciones que para el resto de los mortales son de locos de atar, o por lo menos, de gente que aún no ha madurado. ¡Ah! bendita infancia.
A las 11,00 de la mañana, los dieciséis automóviles partimos en perfecta fila india de ruta por una preciosa carretera virada y estrecha, que ascendía por la cara norte de Sierra Nevada, es indescriptible las sensaciones que se perciben al contemplar todos esos coches cruzándose unos con otros por el efecto óptico que se produce en una carretera serpenteante en ascenso. En el alto del puerto, se hizo una parada para tomar fotografías y babear un poquito más al verlos todos aparcados en batería.
Al rato se reanudó la excursión, realizamos el descenso hasta el pueblo de La Calahorra, donde estacionamos los vehículos en la plaza del ayuntamiento. De nuevo, capós abiertos, y vuelta a las conversaciones de marcianos. Cuando llegó la hora del almuerzo, nos dirigimos de nuevo en comitiva hacia las cuevas, donde los organizadores tenían preparada una opípara barbacoa para celebrar la comida de hermandad, que duró hasta bien entrada la tarde, momento en el que algunos de los participantes, los que fueron sólo a pasar el día, se despidieron, y el resto nos dirigimos hacia el restaurante La Almazara de Paulenca, donde nos esperaba una excelente cena con espectáculo flamenco incluido para rematar la jornada de fiesta.
A la mañana siguiente, lo habitual, rostros cansados por una parte, después de la jarana nocturna; y caras tristes por otra, ya que la despedida es dura después de un maravilloso fin de semana. Pero siempre queda abierta una puerta al optimismo, cuando todos en el momento de irse pronuncian la misma frase: – Nos vemos en la próxima.
Para ver la galería completa de fotografías de este reportaje:
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Texto: Carlos Sanz
Fotografías: Anchoafoto
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