- “TENGO UNA AFICIÓN LOCA, QUE NO SE ME ACABARÁ NUNCA MIENTRAS VIVA»
- ENTREVISTAMOS A SINIBALDO PASCUAL GABIDIA, «SINI», SOCIO FUNDADOR DEL CLUB DE AUTOMÓVILES ANTIGUOS DE VALENCIA
- VINCULADO AL MUNDO DEL MOTOR VALENCIANO DESDE SU TALLER “TALLERES SINI”, HA SIDO UNA REFERENCIA PARA VARIAS GENERACIONES DE AFICIONADOS VALENCIANOS
- SIEMPRE HA DESTACADO POR SU SENTIDO DE LA AMISTAD Y POR SU GRAN CATEGORÍA PROFESIONAL.
- AMBAS CUALIDADES LE HAN HECHO MERECEDOR DEL APRECIO Y RESPETO DE TODOS QUIENES LE CONOCEN
Valencia, 10 de mayo de 2015.- El pasado jueves, 7 de mayo, los socios y amigos del Club de Automóviles Antiguos de Valencia (CAAV), le rindieron un cariñoso homenaje a uno de sus socios más veteranos, que además reúne la condición de ser socio fundador: Sinibaldo Pascual, “Sini” (Utiel, 1932). Una interesante charla impartida por el propio “Sini” sirvió para repasar su larga trayectoria profesional y vital, siempre vinculada al mundo de los vehículos de colección y al Club de Automóviles Antiguos de Valencia. La misma finalizó con la entrega de una placa conmemorativa del acto por parte del Presidente del Club, Miguel Antequera, acompañado por los miembros de la junta directiva Francisco Revert y Jesús Gutiérrez (fotografía de cabecera). Una cena servida en las instalaciones del club puso fin al entrañable acto (fotografía de la derecha).
Desde Clásicos al Volante, queremos rendirle nuestro particular homenaje publicando una entrevista que se le hizo en el año 2003 para la revista del citado club, “La Magneto”, y que ha permanecido inédita hasta el día de hoy.
¿Qué nos puedes contar de tus años de infancia?
Nací en Utiel, pero siendo muy pequeño nos fuimos a vivir a Valencia. Como mi familia se dedicaba a la compra-venta y a la mecánica se me inculcó la afición hacia el automóvil.
Mi padre, antes de la Guerra Civil, explotaba varios camiones y ya entonces me gustaba subirme con él e irnos a sacar madera de los montes. Presumía mucho de ello con los amigos.
¿Cómo fueron tus primeros años como mecánico?
Entré como aprendiz en el taller de Ford que estaba en la Calle Cirilo Amorós. Aprendí el oficio de Pepe Lloret padre, quien por entonces era mi encargado. Años después nos mudamos a la calle Almirante Cadarso, donde estuve con Modesto Grima.
¿Qué tareas desempeñabas?
Los aprendices empezábamos barriendo, recogiendo y limpiando las herramientas y desmontando ballestas. Después, ayudaba a mi oficial a reparar diferenciales, cambios de marchas o motores. Con el tiempo ya hice de todo con el ayudante que tenía a mi cargo. Recuerdo que la primera reparación general se la hice a un Amilcar hecho rubia.
¿Qué tipo de utillaje utilizabas en el taller?
Cada uno tenía un cajón para las herramientas. Para sacar una polea, para desmontar unos cojinetes o desmontar un buje de rueda tenías que inventarte un extractor. Las juntas, salvo las de culata, las hacíamos marcando sobre las piezas papel: para diferencial, cambio de marchas o todo el motor.
¿Sólo se reparaban coches de la marca Ford?
No porque tocabas de todo, no faltaba la faena. A los coches viejos que entraban se les hacían reparaciones que los dejaban nuevos. Muchos clientes adinerados, al estar contentos con su mecánico, nos traían sus Rolls-Royce, Hispano-Suiza o Chevrolet.
También se reparaban camiones, como los Reo, Chevrolet, GMC o los rusos apodados «Tres Hermanos Comunistas».
¿Cómo se superaban las carestías para conseguir material o superar las restricciones de suministro eléctrico?
Se hacía todo lo posible para reparar los motores, como rellenar bielas o rectificar bancadas. En la época de los SEAT 600 y 1400 se vendían motores aligerados, con cigüeñal, bielas y pistones, y se aprovechaba lo que se podía del motor viejo, como la culata. También se tiraban motores enteros cuando no se encontraban los repuestos necesarios. Los recambios, material usado porque no se encontraba nada .nuevo, se compraban en las tiendas de la calle Colón. Recuerdo que una vez cogí un berrinche tremendo porque trajeron para desguazar un Hispano-Suiza, de los que se aprovechaba el metal.
En la época En la época de las restriccionesde luz también me encargaba del mantenimiento de los generadores instalados en el Teatro Apolo. Durante las funciones, junto con mi oficial, estábamos pendientes de los motores Rolls-Royce que los accionaban y los repasábamos para la siguiente representación. También mantenía los motores de varias fábricas y molinos de chufas, que hacía funcionar con magnetos y carburadores que no eran los suyos.
¿Cuándo te instalaste en tu propio taller?
Al empezar los años 70 me fui de la Ford porque con lo que había aprendido podía realizar cualquier reparación. Monté mi taller, «Talleres Sini», en la Calle Salamanca. Mucha gente que me conocía se vino conmigo al saber que me había establecido y también hice clientela nueva. Entonces el cliente apreciaba más al mecánico, teníamos un poco más de categoría. Hoy no se da esa familiaridad entre el dueño del coche y el mecánico.
¿No te tentó dedicarte sólo al coche antiguo?
Muchas veces lo pensé, pero no le vi porvenir al no haber tantos coches antiguos en Valencia. Además, si haces una reconstrucción completa de mecánica en seis meses te sobra tiempo y cuando la acabas has perdido un cliente y ganado un amigo; además si está bien hecha puede ser eterna. Mi afición al coche antiguo se incrementó al seguir trabajando con ellos y al tener amistad con Rafaelín Segura: iba por su garaje donde nos lo pasábamos fenomenal.
¿Qué futuro le ves a la mecánica tradicional?
Siempre hemos dicho que el oficio tradicional se acabaría: los que hoy siguen con esto son personas mayores que no va a existir toda la vida. Además, yo no tengo a nadie que quiera aprender el oficio. Le tengo miedo al coche moderno porque es todo electrónica. Un coche antiguo es sencillo a más no poder, no tiene ningún secreto.
¿Cómo te ves como mecánico o como artesano?
Me veo como mecánico, porque he vivido de la mecánica, y como artesano. Hacer una pieza igual que la original o acoplar un cambio de marchas es artesanía porque tienes que contar con que ese vehículo tiene que rodar, tienes que saber lo que montas para que después todo quede en su sitio.
Gustándome la mecánica, de cada motor reparado me he sentido orgulloso porque piensas «he hecho un milagro al hacer funcionar una máquina que llevaba cincuenta años parada.» Si un coche se ha averiado he querido descubrir lo que tiene el coche. Tras muchos años he recopilado los problemas que causan las averías y mucha información, que he proporcionado a quien la ha necesitado.
¿Cómo disfrutabas de los coches antiguos antes de fundarse el Club de Automóviles Antiguos de Valencia?
La amistad se hacía en la calle: al garaje de Rafael Segura (Rafaelín), o a mi taller, acudían todas las tardes amigos aficionados. Al fondo de su garaje Rafaelín tenía un tallercito donde junto con «el Tuercas», su mecánico, reconstruían un Citroën 5CV. Nos transmitió una afición loca, nos enseñó ‘muchas cosas, y nos metió el gusanillo de montar un club.
¿Qué recuerdos tienes de la fundación del Club?
La iniciativa de montado nació de reunimos Rafaelín, Guillermo Contat, Paco Pons, Rafael, el de la gasolinera de Ripoll, Luis Arca y yo, amigos y socios del Real Automóvil Club de Valencia. Acordamos plantearle a su Presidente, Sr. Serratosa, la fundación de una Comisión de Automóviles Antiguos. Accedió, de modo que el 15 de marzo de 1966 se constituyó la Comisión de Automóviles Antiguos del Real Automóvil Club de Valencia (también conocido como Club de Automóviles Antiguos de Valencia) (fotografía de la izquierda, Sinibaldo Pascual, Miguel Antequera y Rafael Segura, fundador del CAAV).
Rafaelín fue designado Presidente y Pepe Serratosa Vicepresidente. Siempre he estado en la Junta Directiva, creo que no he faltado en ninguna, con Pepe Benet y con Paco Revert. He ayudado en lo que he podido.
Al tener cabida en la sede del RACV pudimos recibir a los amigos que nos visitaban y reunimos los viernes para hablar de coches. Mucha gente se hizo socio porque ya sabían dónde acudir para conocemos. Desde allí organizamos las primeras salidas en las que participamos, como los rallys de Madrid a Benidorm.
Tras unos años allí tuvimos que irnos. Al no tener local nos reuníamos en el bar «La Oficina» o en las instalaciones de «Auto Catalá»; íbamos allí los jueves, cenando después en su cafetería.
Acudíamos unos pocos amigos, a los que no nos importaba vemos en cualquier lugar o a varios kilómetros de Valencia. Durante estos años para organizar el rally de Fallas nos íbamos a un bar y allí en una mesa, tras pedir unas cervezas, lo hacíamos todo. El local actual lo hemos conseguido a base de esfuerzos y de privaciones porque nos ha gustado mucho. ¡Si me dicen hace cuarenta años donde íbamos a llegar no me lo creo!
¿Cómo se organizaron las primeras salidas?
Durante aquellos años Enrique Aguadé, sin ser socio fundador, fue un puntal del Club: las primeras salidas las organizó él. Por su trabajo de representante viajaba mucho y conocía muchas rutas y alojamientos que nos podían interesar. Se preocupaba, miraba precios y ofrecía cosas concretas de modo que si nos interesaba lo que proponía íbamos con la cosa ya hecha. Recuerdo que fuimos de rally a Rubielos de Mora, a Cuenca, al Maestrazgo, etc.
¿Tienes recuerdo de algún momento especialmente significativo en la historia del Club?
Momentos malos creo que no hemos tenido; por querer hacer más, por querer llegar hasta aquí ha habido inquietud. En las situaciones delicadas vividas esto ha seguido adelante porque los buenos amigos nos hemos ayudado. Lo que más nos ha gustado, y por lo que estamos orgullosos, es que la gente que se fue luego ha vuelto a nosotros. Ha venido gente muy buena que nos ha ayudado mucho a mantener lo que tenemos. También han habido momentos tristes porque se te han ido muy buenos amigos.
¿Qué recuerdas de tu participación en el Rally de Montecarlo de 1974?
Recuerdo con mucho cariño que en el año 1974 participé en el Rally de Montecarlo. Fui como copiloto y mecánico de mi amigo y cliente Antonio Casanova quien conducía su Lincoln de 1929 (fotografía de la derecha).
La salida se dio en Almería. La primera etapa fue hasta Valencia, donde el control de paso estaba en el RACV. La siguiente etapa llegaba hasta Barcelona, desde donde partimos hacia Francia.
Tras un par de etapas llegamos a Montecarlo. El carnet de ruta indicaba la hora de paso por los controles: si llegabas antes te esperabas y si lo hacías tarde te penalizaban. En un control se nos olvidó cuñar el carnet, de modo que nos penalizaron al tener que volver para que nos lo sellaran. ¡De no ser por ese olvido hubiéramos quedado de los primeritos. Quedamos en el puesto 20° de 180, ¡fue fabuloso!
¿En qué otros rallys has participado?
Puede decirse que he estado en toda España, por Madrid, Zaragoza, Galicia, Andalucía, menos en Cataluña. Recuerdo un rally en Madrid al que acudimos Manolo Catalá, Vicente Burgal, Miguel Antequera y yo con nuestras esposas. Estábamos en San Lorenzo del Escorial y nuestras señoras fueron a hacer unas compras. En el momento de salir hacia la siguiente etapa, sin saber dónde era, no habían regresado de modo que nos empezamos a poner nerviosos… En el momento en que arrancaron los de adelante aparecieron como por arte de magia. Ese rally fue maravilloso.
Para ir a los rallys siempre había algún amigo que me un coche, o iba de acompañante, porque hasta el año 1980 no he tenido coche antiguo propio; había una armonía muy bonita, era una cosa muy sana.
¿Qué te parece la Ronda Fallera?
Es un rally fabuloso porque hacemos tres o cuatro pruebas cronometradas, aunque la gente a veces se cabrea y diga que hay que hacer menos. Lo pasamos muy bien en las pruebas cronometradas. Tu puedes conducir muy bien, pero quien te hace ganar o perder es tu copiloto, que tiene que ir cantándole lo que hay.
¿Cuál es el origen del Trofeo «La Biela»?
Tiene el precedente del trofeo que yo daba como «Talleres Sini». La forma del trofeo me la inspiró mi Kissel: al restaurar el motor descubrí que le faltaban dos bielas con sus dos pistones. Al fundir las dos bielas me dije «si todos los años doy un trofeo de Talleres Sini, ¿por qué no doy una cosa más original, algo que no sea la copa?» Y pensé en reproducir la biela que había fundido (fotografía de la derecha).
No lo he concedido nunca por haber ganado compitiendo, sino por haber ayudado a fomentar o engrandecer el Club o la Ronda Fallera. Algunas personas o entidades que lo han recibido desde 1985 han sido Rafaelín Segura, Paquito Revert, Miguel Antequera, Hoteles Santos, Manolo Catalá o la Guardia Civil.
¿Qué coches antiguos han pasado por tus manos?
Antes de fundarse el Club compré con Enrique Belenguer, un Ford de pedales, que fue el primero que reconstruí. Luego tuve un FlAT, un 509 descapotable de dos plazas. Años después compré el Kissel.
¿Cómo llegó a tus manos el Kissel?
Lo descubrí gracias a un primo mío, alcalde de Cofrentes. En una visita que le hice le pregunté si conocía de algún coche antiguo en venta. Me dijo que un amigo suyo tenía, en su desguace, un coche antiguo para vender. Fuimos a vedo: estaba medio hundido en la tierra y abandonado. Destapé el capó y vi que su motor era de seis cilindros. Le dije a mi primo «dile a ese amigo tuyo que se lo compro». Llegamos a un acuerdo sobre el precio, de modo que volvimos; lo sacamos y me lo traje al taller donde empecé a hacerle todo.
Era un modelo 73 del año 1929 (fotografía de la izquierda). Montaba un motor de seis cilindros, otras versiones montaban uno de ocho cilindros. Descubría que la carrocería no se correspondía con el motor al ser la correspondiente a la versión de ocho cilindros con el capó acortado. El coche estaba original pero a una puerta le faltaba una maneta, que me tocó fundir, y al motor le faltaban dos bielas con sus pistones.
La caja de cambios sonaba mucho en segunda porque un piñón que le hicieron no quedó bien: como sufría al oído le acoplé otro cambio de marchas aunque si algún día vendo el coche conservo el original, que se puede montar en media hora.
¿Tienes alguna preferencia en materia de coches antiguos?
Los motores más sencillos, duraderos y sin problemas son los del coche americano: sobra hierro por todas las partes, es para toda la vida. Le echas gasolina, petróleo; lo que tú quieras y a funcionar, no tienen nada en absoluto. Yo soy de coche americano. Únicamente hay que tenerles mucho miedo a los carburadores porque se deshacen al ser de calamina. Sin embargo, en el coche europeo iban todos fundidos en metal y han durado y duran. En el europeo lo apuran todo, son problemas para los mecánicos y además no duran.
Yo siempre he estado enamorado de un seis cilindros, porque ¡con el coche de cuatro cilindros que me dejaban para las excursiones siempre llegaba el último!
Texto: Juan Inigo Ros
Fotografías: Archivos del Club de Automóviles Antiguos de Valencia y de Clásicos al Volante