Seguridad Vial

REFLEXIONES DE UN PROFESOR DE AUTOESCUELA SOBRE LOS JÓVENES AL VOLANTE

12 de diciembre de 2013.- La lectura del estudio efectuado por el fabricante de neumáticos Good Year y la Asociación Europea de Autoescuelas, sobre los Jóvenes como grupo de riesgo en los accidentes de tráfico, me ha llevado a realizar en voz alta algunas reflexiones.

En primer lugar es importante conocer la definición de grupos de riesgo en el tráfico: Según el manual del formador de educación vial «son aquellos colectivos de personas que por diferentes circunstancias tienen una mayor probabilidad de verse implicados en un accidente de tráfico o de resultar muertos o heridos como consecuencia del mismo».

Como ejemplo, los más proclives a sufrir un accidente y sus consecuencias son los niños y las personas mayores como peatones, los ciclistas, los conductores de ciclomotores y los de motocicletas.

Analizándolos por grupos de edad y como conductores, las personas mayores en porcentajes absolutos sufren pocos accidentes, por una razón muy sencilla, no conducen habitualmente, pero hay un hecho que es bastante desconocido en general, y sobre todo por los afectados. Si examinamos la situación teniendo en cuenta el número de accidentes por kilómetro recorrido, es el grupo de riesgo con mayor siniestralidad de todos, debido principalmente al deterioro físico que sufrimos los seres humanos con la edad y que afectan de manera irreversible a la conducción. El deterioro en las capacidades mentales en el momento de reaccionar ante una situación determinada, la reducción en la audición y sobre todo la pérdida de visión hacen de la conducción en este colectivo una actividad realmente peligrosa. A esto hay que sumar el hecho de que los mayores que sufren algún tipo de accidente, por su condición fisiológica, tienen una altísima probabilidad de fallecer o sufrir consecuencias graves en el mismo. Afortunadamente, en la mayoría de los casos, ellos son los primeros en darse cuenta y evitan en la medida de lo posible coger el coche, sobre todo de noche, eso sí, es difícil que les escuchemos reconocerlo abiertamente.

Por tanto lo realmente preocupante es el grupo de riesgo de los jóvenes como conductores. Los accidentes de tráfico son la principal causa de mortalidad en la juventud en los países desarrollados. Los conductores entre 18 y 25 años (17 % del total), provocan el 31 % de todos los accidentes, y el 60 % durante los fines de semana. Esto son datos objetivos que nos obligan a reflexionar y sobre los que no podemos mirar hacia otro lado.

La práctica totalidad de los accidentes de tráfico de una u otra forma son evitables, pero en mayor medida los originados por los jóvenes. En muchas ocasiones se producen por haber tomado excesivos riesgos en la conducción, mucho más que los provocados por la inexperiencia, como se podría llegar a pensar. Estos últimos están más relacionados con pequeños incidentes de carácter urbano y con menores consecuencias para la integridad de las personas, en cambio, en los accidentes graves con víctimas, suelen intervenir además otra serie de factores, como el alcohol, las drogas, el exhibicionismo, la necesidad de autoafirmación, la sobrevaloración de sus capacidades, etc. Y en un porcentaje muy superior estos afectan más a los hombres que a las mujeres.

En la encuesta antes mencionada, publicada en Clásicos al Volante el 5 de diciembre, se llega a la conclusión de que «la causa principal de una conducción peligrosa entre los jóvenes españoles es la falta de consciencia de las posibles consecuencias de los accidentes», con lo que personalmente no estoy del todo de acuerdo.

En mi experiencia como profesor de formación vial, he podido percibir que los jóvenes, como el resto de colectivos, generalmente sí son conscientes de las consecuencias de los accidentes, conviven con ello a diario, tienen información de sobra y están al corriente de las tragedias sufridas por conocidos o familiares, el gran problema radica en que muchos de ellos son incapaces de interiorizarlo y relacionarlo con ellos mismos, su pensamiento suele ser el de «esas cosas pueden ocurrirles a otros, pero no me va a pasar a mí». Se me escapa si esa manera de pensar se trata de un mecanismo de defensa, de un exceso de optimismo, o como también se dice en el informe, por delirios de inmortalidad, seguramente será un poco de todo.

De lo que no se dan cuenta en muchísimas ocasiones es de que su forma de conducir muy probablemente acabará en un accidente porque están tomando unos riesgos altísimos, el ejemplo más palpable es el de la velocidad, constantemente les tienes que decir que miren el velocímetro porque son incapaces de percibir que circulan a una velocidad excesiva, justo lo contrario que los alumnos que ya tienen una edad, a los que les tienes que animar a que pisen el acelerador.

Para mí, el principal inconveniente con el que cuentan los jóvenes al volante, es la falta de percepción del peligro o de la excesiva altura en la que colocan el listón del riesgo aceptado, no de las consecuencias, si no del riesgo en sí mismo. Muchos jóvenes no se dan cuentas de los riesgos con los que conviven en algunas actividades cotidianas, y otros, aun siendo conscientes, lo asumen porque les parece divertido y es una forma de mostrarse ante sus semejantes y destacar como alguien valiente. Estoy seguro que algo de todo esto tiene que ver con nuestra genética como mamíferos que somos.

De la incidencia del consumo del alcohol y las drogas en la conducción, no creo que haga falta comentar algo pues es de sobra conocido por los lectores el efecto que produce, pero hay un factor de riesgo entre los jóvenes que me llama poderosamente la atención, es el uso desmesurado del teléfono móvil, les aseguro que hay alumnos absolutamente adictos a él, durante las clases prácticas son muchos los que, no contentos con tenerlos operativos, tienden a cogerlos cuando reciben una llamada o cuando suena el tono de haber recibido un SMS o un WhatsAap, y claro, si son capaces de atender al móvil cuando no tienen ninguna destreza al volante, qué no harán cuando se vean con cierta soltura y no tengan a su profesor al lado que les eche la bronca por imprudentes. Es algo realmente preocupante, pues si mantener una conversación telefónica ya distrae sobradamente, el hecho de escribir con el teclado del smartphone mientras se conduce ya es de locos, y les aseguro que lo hacen.

Como norma general, los aspirantes a sacarse el permiso de conducir, aprenden antes a manejar el vehículo cuanto más jóvenes son. Actualmente conviven con el empleo de aparatos en todos los órdenes de la vida desde muy temprana edad, y la conducción no deja de ser el uso de una máquina más. Pero es una pena, que muchos de ellos, lleguen a tardar tanto en aprender a utilizar esa máquina con un mínimo de seguridad por las vías públicas, es decir, a circular correctamente, ese momento llega siempre fuera de la autoescuela, y en algunos casos demasiado tarde.

Son muchos los que responsabilizan a las autoescuelas y a sus profesores de no enseñar a conducir de forma segura a los alumnos, y no les falta razón, pero el sistema es perverso desde su génesis y está hecho de tal forma que se necesitaría mucho tiempo y sobre todo mucho dinero para que un alumno salga perfectamente formado (en el amplio sentido del término) de una escuela de conductores. Y aun así, siempre habría quienes serían un peligro durante el resto de sus vidas. No todos tenemos las mismas habilidades para realizar determinadas actividades por mucho que las entrenemos, hay quien cocina de maravilla pero es incapaz de jugar al futbol, quien coordina perfectamente sus movimientos en la danza pero no sabe cambiar una bombilla, y realizar algo tan complejo como conducir un vehículo entre el tráfico actual pendiente de tantos factores externos es algo realmente difícil. Si además queremos que los alumnos (jóvenes la mayoría) sean seguros, responsables, educados, respetuosos, solidarios y ecológicos, deberemos ir pensando en otro sistema formativo, la autoescuela no es una herramienta eficaz, no se puede abarcar tanto, con tan poco, en algo tan importante.

En mi opinión la educación vial debería ser una asignatura obligatoria en los colegios e institutos, de esta forma veríamos (hasta cierto punto) como los jóvenes pueden llegar a ser conscientes del peligro que conlleva la tarea de la conducción si se lo hemos ido inculcando desde la niñez, así como conseguir que no esté bien visto entre ellos mismos el incumplimiento de las normas básicas de circulación, de respeto y de convivencia con el resto de conductores. Sinceramente, creo que podría llegar a ocurrir si tuviésemos unos dirigentes que se preocupasen por los ciudadanos tomando medidas a largo plazo y no pensando únicamente en resultados para una legislatura, pero viendo de lo que son capaces, o mejor dicho, de lo incapaces que son, parece una utopía. Lo que no me cabe la menor duda, es que la educación es el pilar fundamental en que se basa toda sociedad avanzada, y la nuestra hace agua por todas partes, así que seguiremos con nuestro estado paternalista, que nos toma por idiotas y que piensa que sólo por la vía sancionadora cambiaremos nuestra manera de conducir, y de paso, mejoraremos las estadísticas que justifiquen que nuestros gobernantes hacen su trabajo cada día mejor, así nos va.

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Texto: Carlos Sanz

Fotografía: Miguel Sanz

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